domingo, 26 de mayo de 2013

En mis intentos de ser feliz.

¿Y si no fueses como tu derredor piensa que eres? ¿Y si tu caparazón con el que forjas tu carácter un día se rompe? ¿De verdad no notas ese miedo palpable, esa precaución si se quiere, a la decepción que nos acecha tras la máscara de cada persona? Me siento frágil ante las acometidas de un ayer que me persigue día tras día y me desestabiliza en este presente titubeante y presumiblemente alegre. Ya no hay prisa cuando el recuerdo vago de una felicidad que estuvo presente en ti te caza para hacerte creer que la melancolía es solo algo pasajero, que tal y como viene se va. No diré que necesito amor, ni caricias idílicas bajo la luna llena, no; no diré tan siquiera que necesito a esa persona especial que tanto te puede llenar. El mundo es solo apariencia.
Me miro en el espejo y veo a ese chico que hace tiempo se divertía con pequeñeces, con cosas insignificantes, con detalles diarios que te hacían sentir bien, pero las personas, algunas personas, cambian. Me miro en el espejo y me pregunto si detrás de esta sonrisa triste que dibuja mi rostro será una apariencia para tapar lo que siento y contengo, o se convertirá algún día en la felicidad que tanto busco y que tan pocas veces encuentro. Me miro en el espejo y pienso en si realmente lo esencial es invisible a los ojos, y tras reflexionarlo llego a la conclusión que sí, que nadie ve como tendría que ver, que tu sonrisa es única, que si sonríes no es para fingir, es porque quieres expresar tu bienestar, tu carácter luchador y combatiente frente a lo que aparentes ser, frente a quien pretenda entrar en tu vida para huir sin hacer ruido, frente a quien quiere herirte.
Me miro en el espejo y veo una persona que siente.

Me miro en el espejo y veo un espíritu libre, aparentemente feliz.

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